Un Domingo con David Loy (Primera Parte)
Por Gonzalo Brito Pons
Psicólogo
Psicólogo
Mar 13 Jul 2010
Este domingo tuvimos el gusto, junto a una treintena de personas, de asistir a un taller dictado por el doctor en filosofía y maestro de meditación Zen David Loy. Mientras muchos vibraban con la final del mundial, estaba este pequeño grupo de personas también vibrando en el Instituto de Cultura Oriental, en torno a las enseñanza, las reflexiones y las discusiones con David. Quiero compartir con ustedes algunas reflexiones e ideas que surgieron ese día, no necesariamente como las dijo David, ya que las notas las revisaré más adelante, sino como las recuerdo y como las sentí.
El día comenzó con silencio, asentando la mente en su estado natural, aspecto importante para cultivar la apertura necesaria para toda la reflexión posterior y para partir con una "degustación" del estado relajado y atento en torno al cual rondaríamos muchas veces en el día.
David fue concreto y esquemático tanto en su exposición como en sus respuestas a nuestras preguntas y comentarios, siguiendo la tradición del mismo Buddha, quién enseñaba desde la tendencia filosófica de su tiempo, siendo muy esquemático y preciso en descripciones y enumeraciones. Y comenzó por hacer una descripción de la situación del individuo, presentando un problema, una pseudosolución y una solución, para luego en la tarde pasar a hacer lo mismo, pero ahora analizando la situación global de nuestra civilización. En esta primera parte presento el problema, el intento de solución y la solución a nivel individual, y en la segunda parte me referiré a los mismos tres niveles a un nivel colectivo, tocando problemas como la crisis económica-ecológica global. Pero empecemos por el principio, que consiste en hacer un diagnóstico de la situación del individuo.
Dukkha, término central en el Budismo, se refiere al sufrimiento que todos experimentamos comúnmente, o dicho más precisamente, se refiere a la insatisfactoriedad de todos los fenómenos. ¿Por qué está todo sujeto a la insatisfactoriedad de Dukkha?
1) Porque nos suceden cosas que nos desagradan, por ejemplo, estar cerca de alguien que no queremos, o estar lejos de alguien que queremos, o enfermarnos, o porque nos duele una muela, o porque perdió Chile. A esto se le conoce como "el sufrimiento del sufrimiento" y es lo que usualmente entendemos cuando alguien nos dice "la estoy pasando mal". Pero hay otras dos formas de dukkha que son menos obvias y por lo tanto más insidiosas:
2) Porque las cosas son transitorias o impermanentes: Todo acaba. Si eras fanático de la serie "Friends", tienes que resignarte a que tiene que haber una última temporada. No hay otra vuelta. Incluso si las cosas que te gusten no acabaran, acabaría pronto tu sensación de satisfacción al estar en contacto con esas cosas: Es rico el chocolate, pero después de comer un kilo la cosa ya se vuelve tortuosa. Esto pasa con cualquier objeto y hasta con la persona más encantadora, todos somos potencialmente "insatisfactorios". A esto se le llama "sufrimiento de la impermanencia". Y quizá el aspecto más abstracto es el que sigue:
3) Por "el sufrimiento de lo condicionado, o de lo compuesto". Todo lo que existe no existe por sí mismo. Estas palabras que lees dependen de tu mente y de la mía, de estas teclas en que tipeo, de tus padres que te procrearon, de un técnico taiwanés que armó este notebook (ojalá, sino de un niño que lo hizo en Indonesia), del acero del barco en que mi abuelo se vino de España, y de un laaaaaargo etcétera. Todo depende de condiciones y circunstancias, por lo tanto su existencia depende de tantos elementos -de todo lo que existe, de hecho-, que es en sí frágil. Entonces si cambian las condiciones, lo cual es lo natural, según el punto anterior, los fenómenos condicionados (es decir, todos los fenómenos), cambian.
Pese a este escenario, los humanos hemos desarrollado un constructo psicológico y social que llamamos "Yo" y frente al yo -al otro lado de la barrera- está todo lo demás. Añado una nota acá a lo que explicó David: este "sentido del yo" que es un constructo psicológico y social, una reificación podríamos decir (nadie nunca ha visto un "yo" caminando por ahi, uno aprende que si ve un cuerpo, o escucha una voz humana, supone que es la manifestación de un "yo". En todo caso dejo el tema abierto: si alguien encuentra su "yo", me lo manda por mail o por encomienda y actualizo el post).
Iba a decir que el "sentido del yo" además de ser un constructo social que vive en el lenguaje, y un constructo psicológico que nos permite vivir en un mundo dual sin andar chocando con todas las cosas, está muy convenientemente engranado en nuestro sistema nervioso como un aspecto de nuestra evolución como homo sapiens sapiens: si no hay "sentido del yo" cómo íbamos a huir de los predadores y cómo íbamos a conseguir la presa o una pareja reproductiva para pasar nuestro genes al futuro. Nos es normal ver el mundo en términos duales, escaneando constantemente en busca de riesgos y oportunidades.
Sin embargo, por muy conveniente que sea de algunas maneras este "sentido del yo", el yo no se hace más real. Tal como es útil hablar del "bosque" aunque nunca hemos visto un bosque, sólo árboles. Y lo cierto es que sentimos de cuando en cuando esa insubstancialidad, esa carencia. Intentamos convencernos constantemente de que tenemos un Yo real, que es permanente (no transitorio), que es independiente (no condicionado) y que debiese estar siempre -o al menos casi siempre- en contacto con lo placentero y lo deseable (sin sufrimiento), sorprendiéndonos ante la enfermedad o la muerte, como algo que le ocurre a otros y no a mi yo, o ante displaceres mucho menores, como si fueran accidentes en nuestra biografía. Pero la historia es otra:
Muchas veces nos sentimos inadecuados, insuficientes, por decirlo de alguna manera "no completamente reales", es decir, tomamos contacto con el hecho de que nuestra "sensación de yo" no es más que una construcción útil. Pero esta constatación es angustiosa para este "sentido del yo", para el cual no es posible aceptar su propia inexistencia. En vez de relajarnos en el no-ser y dejar que algo más profundo que mi pequeña identidad fluya a través de mí, que es básicamente lo que practicamos cuando nos sentamos a meditar, nos enganchamos en un proyecto que está destinado al fracaso de antemano: Intentar convencernos a nosotros mismo o a los demás -de que nuestro yo existe, de que es real y sólido. Loy argumenta que el tabú fundamental, aquello que intentamos mantener fuera de nuestra conciencia no son los impulsos sexuales (primer Freud), ni tampoco nuestra conciencia de nuestra propia mortalidad (Freud tardío y existencialistas), sino que el hecho de que lo que llamamos "yo" no existe de la manera en que lo imaginamos, como algo sólido, separado, estable e independiente. Pero lo que se reprime vuelve como síntoma, el famoso "retorno de lo reprimido" del psicoanálisis.
Cada sociedad humana ha presentado una cierta manera de manifestar esa sensación de carencia y un proyecto para intentar cubrir (reprimir) esa sensación. En nuestra cultura occidental, David Loy observa que hay tres temas centrales, podríamos decir también obsesiones, a través de las cuales buscamos hacernos reales:
1. El dinero: soy en cuanto tengo, pero si ya tengo, necesito más ya que hay otros que tienen bastante y esos sí que existen. Esto se da en una escalada sin fin. Hoy en día hay corporaciones que tienen un patrimonio económico mayor al de varios países, sin embargo, no hay señales de que sus ejecutivos (tampoco sus inversionistas) se vayan a mostrar satisfechos. Nunca hay dinero suficiente, o como dijo Gandhi "hay suficiente para la necesidad de todos, pero no para la codicia de algunos". Si fuese esta acumulación una solución viable al problema, no habrían ricos angustiados... pero creo que no es precisamente el caso.
2. La fama: La fama no era asunto de preocupación en el medioevo. Los arquitectos de las catedrales góticas no firmaban sus magníficas obras, ni le ponían placas a estos edificios insuperables (¿imaginas una catedral con un cartel afuera "Paz y Froimovich edifican tu Espíritu"?), los poetas no firmaban sus poemas, los cantos de los trovadores no quedaron con copyright. Pero en nuestra cultura exitista la fama lo es todo: aparecer en la tele, aunque no tengas nada que decir, es un sueño: tu rostro conocido por miles. Tu nombre como gran profesor, como autor, como practicante de yoga o zazen, como hermano del presidente, como lo que sea. Los rostros de "los famosos" se nos repiten en la televisión, en los diarios, revistas, internet, etc. ventilando sus intimidades, las cuales no sabemos por qué nos han acabado interesando, y a fuerza de repetirse una y otra vez, se nos van haciendo más reales que nosotros mismos. Buscamos que estos famosos nos contagien algo de su realidad a través de un autógrafo, una foto con ellos, de hablar de ellos como cercanos o simplemente estando en su presencia: Encontrarte con un famoso en la calle, te da una sensación especial, te pones nervioso ante la posibilidad de ser un poco más real si esa persona se fija en ti. Pero para un famoso (grande o pequeño), nunca hay fama suficiente. Y si esta fuera una solución viable al problema, no habrían famosos angustiados... pero creo que no es precisamente el caso.
3. El amor romántico: Si tengo la relación perfecta, si estoy con esa persona que va a calzar perfecto conmigo y yo con ella (psicológicamente - intelectualmente - emocionalmente - sexualmente - o todas las anteriores), ahí si que voy a ser feliz, porque me hará sentir bien. El amor romántico, que damos por hecho como una característica humana, no fue una obsesión en otros tiempos o culturas. Pero nuestra conciencia al respecto parece estar formateada por el mito de Tristán e Isolda, o de Romeo y Julieta, o de Menem y la Chechi (??!!!). El amor romántico siempre es difícil, y depende de esa dificultad para ser romántico. Hay que vencer dificultades y dragones, hay que luchar por la amada con hidalguía, para cuando por fin nos reunamos con ella vivamos felices para siempre. Pero nunca hay romanticismo suficiente, además de que es también impermanente. Si esta fuera una solución viable al problema, todos los que hayan vivido una relación romántica estarían eximidos de la angustia... pero creo que no es precisamente el caso.
Estas son tres aspectos llamativos de nuestra forma cultural de interpretar la sensación de carencia y de intentar pseudosoluciones, pero no son los únicos.
Por lo tanto, en este proyecto de llenar este vacío sin fondo, corremos codiciando los objetos que suponemos nos traerán la felicidad y afirmarán que existimos, huimos rechazando lo que nos produce aversión y amenaza nuestra sensación del yo, o bien nos distraemos con ilusiones engañosas sobre la realidad. Estos tres aspectos (codicia, aversión, e ilusión), son llamados en el Budismo los tres venenos, ya que nos mantienen en la situación de quien toma agua salada para calmar su sed o quien trata de apagar un incendio con parafina.
De estos tres venenos, el fundamental es la ilusión o ignorancia, que es el estado del cual despertó el Buda (Buddha significa el despierto). Y la ilusión o ignorancia fundamental consiste en creer que el yo existe como algo concreto, separado de todo lo demás, y esta separación dualista nos hace relacionarnos con el mundo como si estuviese lleno de objetos (también concretos e independientes) que codiciamos si son agradables o rechazamos, si nos desagradan.
Esta carrera no se detiene nunca.... o casi nunca... ¿cuál es la solución a nivel individual? (en la parte dos veremos el aspecto colectivo). Bueno quizás podríamos intentar una solución distinta a lo ya intentado.
¿Qué pasaría si en vez de seguir en esta maratón, nos detenemos, y si en vez de huir por temor a este vacío en el centro de nuestro ser, nos hiciéramos familiares con él? ¿Qué pasaría si en vez de poner nuestra esperanzas de felicidad en cosas externas, la pusiéramos adentro, en cómo nos relacionamos con nosotros mismos? ¿Cómo responderían los objetos y las personas si no les impusiéramos la carga de llenar un espacio interno nuestro, cosa que por lo demás nunca podrán hacer?
Esta es la propuesta del Buddha, que en términos sencillos (pero no fáciles) consiste en soltar: Soltar la expectativa de poder controlar nuestro entorno y a nosotros mismos para que las cosas calcen con los juicios que establece mi sentido del yo. Esta es la parte decosntructiva de la solución. Deconstruir nuestro sentido del yo, investigar de qué está hecho, verlo con la claridad de quién está separando legumbres con su mano: observar los pensamientos, creencias, hábitos, las reacciones repetidas mil veces, y verlas como lo que son, es decir, no como características de un yo, sino como pensamientos, acciones, hábitos. Eso es lo que hacemos cuando meditamos, ahí observamos estas tendencias habituales de nuestra mente, y en vez de reaccionar, actuando las reacciones, simplemente las dejamos pasar, quitándoles gradualmente la energía que las nutre. Las vemos surgir, una y otra vez, pero ya no como algo que requiere una respuesta urgente, y así, poco a poco, dejan de atraparnos.
Complementariamente a lo anterior, se encuentra también la parte reconstructiva de la solución, que consiste en gradualmente ir transformando los tres venenos en las tres raíces de virtud: ir cambiando la codicia por la generosidad, la aversión por la buena voluntad (amor), y la ignoracia por la sabiduría. Esta transformación central no solo para el camino budista sino para todos los caminos espirituales, se realiza tanto a través de prácticas concretas (como meditación metta o tonglen, shikantaza, o dzogchén, para hablar de ejemplos budistas), como a través del recordar concientemente (Sati= mindfulness) en nuestra vida diaria orientar nuestros actos de acuerdo a los principios de la generosidad, el amor y la sabiduría.
Cuando nos comenzamos a relacionar con el mundo con estas cualidades en el corazón, y al mismo tiempo sabiendo que nuestro pequeño yo no es algo que necesitamos defender a toda costa o mimar todo el tiempo, y sobre todo, tomando conciencia de que la separación es "una ilusión óptica de la conciencia" como decía Einstein, ya que todo está interconectado y palpitamos todos juntos, entonces comenzamos a disfrutar de este milago -la Vida- en vez de solamente sobrevivir.
Un Domingo con David Loy (segunda parte)
Sab 17 Jul 2010
"La compasión de Occidente ha sido la revolución social; la compasión de Oriente, el despertar personal al Yo fundamental/Vacuidad" -Gary Snyder.
Una vez analizada la situación del individuo (tomar el yo como algo real, sólido y separado), presentada una pseudosolución (sostener el yo a toda costa llenándolo de objetos que son por definición insatisfactorios -dukkha), y ofrecida una posible solución (hacernos familiares e incluso amigos del vacío en el centro del yo, dejando que la vida emerja a través del yo en vez de manipular la vida para que calce con las expectativas del yo), pasemos ahora a analizar qué sucede a nivel colectivo.
Tal como las personas formamos identidades personales, los grupos crean identidades grupales. Los chilenos marcamos una distinción -una línea que nos separa de los argentinos, de los peruanos, de los bolivianos, y es que efectivamente somos distintos en cuanto contamos con una diferente evolución histórica y cultural. Sin embargo, si uno ha tenido la oportunidad de vivir en ciudades fronterizas, ha podido ver cuán borrosos esas demarcaciones identitarias pueden resultar, no siendo tan claro como parece dónde se marca el límite, ya que las culturas se entremezclan. Y si esto ocurre con las identidades nacionales, que son de las más definidoras de nuestras identidades colectivas -sobre todo ante un mundial de fútbol o una guerra-, más difusas se presentan otras identidades grupales: Sin entrar en debates políticos y de manera (casi) inocente me pregunto por la línea real que separa hoy la izquierda de la derecha.
Hoy, además de nuestros sentidos del yo personales, contamos con sentidos de yo institucionalizados, incluso podemos crear concretamente personas jurídicas que son sujetos de derecho, como las corporaciones, que acaban siendo tanto o más reales en lo práctico que las personas de carne y hueso.
¿Podríamos esperar que los sentidos del yo institucionalizados presenten manifestaciones de los tres venenos (codicia, aversión, ilusión) en un intento por reforzar su existencia como entidades sólidas, discretas, permanentes? Veamos algunos aspectos destacables de la modernidad a la luz de estos tres venenos.
1. Codicia: El sistema económico capitalista podría ser visto como la institucionalización de la codicia: Las corporaciones nunca tienen suficientes utilidades; los ciudadanos nunca consumimos lo suficiente, el P.I.B. de un país nunca se considera óptimo, los inversionistas nunca tienen suficientes ganancias. Una persona puede invertir, por ejemplo, en fondos mutuos sin tener una mínima idea si sus dineros van a financiar la deforestación del amazonas o apoyar una compañía china que utiliza el trabajo infantil: "Ese no es mi problema, yo pongo mi capital y espero mis ganancias. Si es legal, ya no es mi culpa." Por su parte, el ejecutivo de una corporación puede tener, por ejemplo preocupaciones sociales y ecológicas genuinas, sin embargo no puede -es incluso ilegal- hacer un cambio en el modelo de negocios que afecte las utilidades a sus inversionistas. El Ejecutivo percibe la apuesta que hacen los inversionistas como una presión continua de aumentar las utilidades, y si no lo hace, hasta luego, chao, hay otros 100 postulantes esperando el cargo dispuestos a hacerlo como se debe sin debilidades cursis (p. ej. preocupaciones por el medio ambiente). Además el ejecutivo, tiene hijos en la universidad (que hoy también es una corporación de alto vuelo económico) y tiene que mantener un "nivel de vida" (léase de consumo) acorde a alguien en esa posición.
Hay un hoyo negro de responsabilidad. ¿A quién se puede apuntar con el dedo por ser el responsable, ¿Quién puede tirar la primera piedra? todos y nadie. El sistema ha cobrado vida propia, y ahora somos sus víctimas/cómplices. Desde el gerente hasta el pordiosero. La codicia es simplemente estructural al sistema.
2. Aversión. ¿Cómo se institucionaliza la aversión hoy en día? desgraciadamente hay demasiados ejemplos: racismo, machismo, nacionalismo, pero probablemente el mejor ejemplo es la plaga de la militarización mundial. David presentaba el ejemplo de Estados Unidos, pero salvo las proporciones económicas, es fácil reflejar la situación en nuestros países del sur:
- En el siglo XX cerca de 170 millones de seres humanos han muerto en guerras, la mayoría eran civiles.
- Los gastos militares, incluido el negocio de las armas a nivel mundial llega a 1 trillón de dólares anuales, siendo la mitad gastada por EE.UU. Para poner en perspectiva esta cifra sorprendente: todo el dinero que gasta la ONU anualmente varía entre 10 y 20 billones de dólares.
La lógica que está detrás de esto es la "defensa" (hoy se llama ministerio de defensa a lo que antes se llamaba ministerio de guerra), es que para estar seguros, hay que tener dominado al resto del mundo, lo cual paradójicamente crea mayor inseguridad. Detrás de cada persona asesinada en nombre del bien (siempre hay un discurso auto-confirmante detrás de la guerra, por ejemplo, salvar al mundo de las armas de destrucción masiva iraquíes), hay familiares y amigos que resentirán la pérdida. Por eso, en esta lógica siempre hay que incrementar la "defensa", tarea sin fin, y pseudosolución que perpetúa el problema: Hoy EE.UU. por sí solo tiene el poder nuclear equivalente a 150.000 bombas de Hiroshima y tiene 737 ocupaciones militares (reconocidas) en más de 100 países.
3. Ignorancia-Ilusión. Si individualmente vivimos en burbujas personales de auto-confirmación egoica, manteniéndonos ignorantes de nuestra interrelación con todo lo que existe, el mecanismo que ha institucionalizado la ignorancia-ilusión creando una sorprendente burbuja global, son los medios de comunicación de masas (MCM). Hoy los medios de comunicación son como un sistema nervioso transnacional que define cómo nos vemos a nosotros mismo y cómo vemos el mundo. ¿Se acuerdan cuando éramos los “jaguares de Latinoamérica”, completamente diferentes y mejores que nuestros países vecinos? ¿Podría esta identidad haber surgido sin la influencia de los MCM?
Se sabe que para tener una democracia sólida se requiere de una prensa inteligente, crítica, vigilante, pero como los MCM también se han convertido en mega-corporaciones, hay tenido que abdicar su llamado a la objetividad en pos de intereses económicos: Difícilmente se verá una serie de televisión pagada por auspiciadores sobre una familia que decide practicar la simplicidad voluntaria y disminuir el consumo. No tendría sentido auspiciar algo así. Y la publicidad es lo que mueve a los MCM. Como en los últimos 50 años hemos evolucionado colectivamente hacia el Homo Zapping-Zapping, un niño a los 15 ya ha aprendido obedientemente que para ser alguien, debe usar zapatillas Nike, y para que le vaya bien con las mujeres debe usar Axe. En una nota tanto o más preocupante, y que daría para otro post, se estima que al cumplir 18 años, una persona en USA ya ha visto 200.000 actos de violencia en TV, incluyendo 16.000 asesinatos, y por cierto ha visto muchísimo más publicidad que actos violentos.
Ante esta situación colectiva, de la cual hemos nombrado sólo algunos aspectos que van armando, junto a otros, la trama de la tan mentada crisis global, ¿qué modelos de pensamiento y acción pueden ser efectivos?
Sin duda que la unión de las "compasiones" oriental y occidental sugeridas por Snyder podrían ser un camino frente a este panorama. El despertar individual sin una transformación colectiva logrará que nos dirijamos bien iluminaditos hacia una destrucción de la naturaleza tal como la conocemos, cuando nos enfrentemos a los límites ecológicos de nuestros modos de producción y consumo. Por otro lado, la transformación social sin la práctica individual, sin conciencia del vacío, de Dios, del Tao, sin comprender el Corán, sólo logrará que se perpetúe la triste historia de Mao, Stalin, y desgraciadamente, ya tengo que incluir a Fidel, además de un larguísimo etcétera de reivindicadotes autoperpetuados: Cambiar un grupo de poder por otro, cambiar jaulas de plata por jaulas de oro.
La no-dualidad del despertar individual y del despertar colectivo parece ser la vía que tenemos que ir descubriendo desde abajo, desde nosotros, no desde un mesías, un caudillo, un presidente. Esto quiere decir, que cuando nos salimos del cojín de meditación no dejamos de practicar, ponemos ojo en nuestra interacción con el mundo. Algo concreto podría ser partir por fijarnos en qué consumismos, dónde y cómo se hizo lo que estoy comprando, ¿qué tipo de comercio estoy apoyando? ¿Uno que explota humanos y destruye el ambiente o uno que fortalece el intercambio justo, uno en que se respetan las leyes laborales y el medio ambiente, uno en que las personas no son sólo recursos humanos sino también personas? Cómo consumimos a diario, aquí hay un espacio importante de cambio colectivo. Ayer mismo participé en una reunión de una 60 personas en un centro cultural en Valpo donde juntos vimos y discutimos documentales como "El mundo según Monsanto", e intercambiamos información sobre transgénicos, nos organizamos para generar cooperativas de consumo conciente, y además lo pasamos muy bien, con un cantautor local, “Gopa”, que cantaba en defensa de los animales (si no es divertido no es sustentable, dicen los lúcidos pero lúdicos permacultores).
Buda, tal como Jesús y otros líderes espirituales no enseñaron sólo acerca de la liberación individual, sino también sustentaban una visión de sociedad despierta. Fue al institucionalizarse las religiones, cuando las comunidades de practicantes tuvieron que renunciar a esta parte de la enseñanza para adaptarse a la realidad política del país en cuestión, so pena de ser asesinados o encarcelados por oponerse, lo cual ocurre hasta hoy en día. Las sociedades budistas, para tomar un ejemplo, han sido tradicionalmente patriarcales, machistas, convencionales. El panorama en las sociedades católicas no ha sido mejor.
Es innegable que hoy en día, cuando la crisis ecológica y social parece agudizarse, también es impresionante la cantidad de movimientos de base que están emergiendo en todo el mundo, planteando alternativas de convivencia, de consumo, de manejo ecológico, un movimiento descentralizado de tal envergadura que ya casi no se puede nombrar como alternativo. Las comunidades ecológicas, la permacultura, la simplicidad voluntaria, el decrecimiento, la revolución de la cuchara, el vegetarianismo, la caravana ahimsa, las comunidades de práctica espiritual de todas las tradiciones con una visión renovada, la teología de la liberación y la ontología del cuidado de Leonardo Boff, el budismo socialmente comprometido de Thich Nhat Hanh, los bancos de horas, los LETS, las agrupaciones de mujeres y sus bancos de semillas orgánicas, son sólo un pequeño ramillete dentro de un gran movimiento mundial que surge como respuesta no violenta, en respuesta a la visión chata del mundo que nos plantea el sistema económico, la violencia institucionalizada y los MCM. A nivel local no hace falta desangrarse en un cambio irrealizable que sólo nos llevará al desaliento: Cada uno debe encontrar una manera concreta, tal vez pequeña pero significativa de aportar en este despertar social: si comes carne 6 días a la semana, comer 4 ya es un aporte. Como señalan los permacultores: Piensa Global, Actúa local.
Fue inspirador, al final de la tarde con David Loy, cómo una asistente practicante zen planteó que su sangha se organizara para intercambiar servicios -por ejemplo ella podía ofrecer sus conocimientos sobre salud y nutrición- para disminuir en parte el consumo y dependencia del sistema. Esa es una manera concreta de llevar la práctica más allá del cojín de meditación para incluir una visión global. Esos pueden ser nuestros pequeños –pero significativos- pasos hacia un despertar común donde también a nivel social la codicia sea reemplazada por la generosidad, la aversión por la compasión y la ignorancia por la sabiduría.
(Nota: he adjuntado algunos artículos en español de David Loy en la sección "archivos").
Fuente: Red Mindfullness
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