"En donde no esté el Buda pasa rápidamente y sigue sin detenerte;
pero en donde él se encuentre, pasa aún más rápido..."

lunes, 4 de julio de 2011

Un oasis en el Cajón del Maipo



Por Constanza Jiménez

Arriba, bien arriba de un enorme cerro, más bien sobre la cordillera de Los Andes, se encuentra la casa de Adela o Karma Ongen Tsomo, monja budista chilena de la orden Drikungkagyu de Budismo tibetano. Como sacada de un cuento, Ongen recorre una y otra vez dichos paisajes hasta que éstos se transformen al fin en un campo búdico similar al de sus prácticas. Su nombre espiritual significa “La Reina de la Tierra Pura”. Adela transita desde el riachuelo hasta su casa para traer agua a sus visitas y preparar las comidas. No le importa el esfuerzo, ni cuántas veces tenga que arreglar el techo de su casa para el invierno, el verano o el otoño; una y otra vez, Ongen levanta la casa que construyó hace 12 años en el sector de Lo Valdés, a pocos pasos del Refugio Alemán, en el Cajón del Maipo. No tiene luz eléctrica, ni agua potable y el suelo es de tierra, su construcción es de piedras y constituye un refugio ideal para quien busca alejarse de la ciudad para traer la mente a casa o meditar.

Todos son bienvenidos, budistas o no. Adela siempre recibe con mucho cariño a todas las personas que quieran visitarla. A sólo 77 kilómetros de Santiago, a Lo Valdés se llega pasando los poblados de Guayacán, San José de Maipo, El Toyo, El Melocotón, San Alfonso, El Almendro, El Ingenio y San Gabriel. En el sector todos la conocen y si uno se baja en el letrero que dice “Lo Valdés”, antes de entrar a Baños Morales y pregunta por ella, de seguro le darán las indicaciones para llegar. Si no, la indicación es una vez llegado al letrero, subir la montaña hasta ver una casa rectangular hecha de piedras, enormes pilares de madera y techo de planchas de zinc. A la entrada, hay banderas budistas de oraciones, las cuales son continuamente agitadas por el viento. Parece un paisaje de Oriente, con un cielo tan extremadamente celeste y de noche tan profundamente oscuro, que aclara los ojos y pensamientos.

De muy pequeña Adela escuchaba a su padre hablar sobre el budismo y siempre buscó las enseñanzas de Buda, de una u otra manera. Karma Ongen Tsomo tomó refugio budista en 1982 el lama Tunzan Karma Kagyu y hace 11 años tomó los votos de monja con lama Chamspa Rigzin Rinpoche, de la orden Drikungkayu. Una de sus mayores aficiones es la medicina tibetana, tema que ha estudiado y quiere seguir perfeccionando lo más posible. Actualmente tiene cinco alumnas en un taller de medicina tibetana, que realiza en su casa de Lo Valdés. Ellas llegan un sábado en la noche y se quedan a dormir en su refugio. Ongen prepara colchonetas, sábanas y frazadas para que duerman. Un silencio recorre la noche. Amanece tipo seis de la mañana; a las siete ya hay una claridad fresca. Adela cuenta que unos ratones la despertaron en la noche, que le mordieron los pies. Ella lo dice todo, es buena conversadora y te acoge como una madre. Se prepara un pan que calienta entre las cenizas, sale de casa y piensa. Las horas pasan.

Más tarde Adela se sienta en posición de semiloto, frente al altar en el cual está el Buda Amitabha, de la Tierra Pura y comienza sus prácticas. Medita, tantas y cuantas veces sea necesario y piensa, que una y otra vez tendremos que venir y subir hasta las montañas para llegar a similares conclusiones. Que nuestro actuar externo es siempre un reflejo de algo dentro. Que el tener que buscar agua una y otra vez, no es más que una simple muestra de la impermanencia. Este lugar está lleno de sombras, que refleja todos y cada uno de los aspectos de nuestra mente. Se encuentra tanta claridad que no hay donde esconderse, el sol pega tan fuerte con sus rayos. De noche, la luz de la luna es clara como un cristal. Adela se levanta. Amanece. Corta leña con el hacha que ha quedado fuera de la casa, para hacer fuego y tomar té. Adora tomar té. Unos muchachos agitan sus manos, vociferan algo y saludan. Han llegado nuevas visitas.

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