"En donde no esté el Buda pasa rápidamente y sigue sin detenerte;
pero en donde él se encuentre, pasa aún más rápido..."

martes, 19 de enero de 2010

El desaparecido Zendo El Molle


Fuente: Revista El Sábado de El Mercurio de Santiago
11 de enero de 2002 - Nero. 173

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Jikusan (Patricio Goycoolea) 











www.elzendo.cl/

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Álbum de fotografías de El Zendo


El monje budista zen chileno
Daniel Meza Hernández 

07/09/2003


Los editores de una revista de viajes le encomendaron que se trasladara a Japón para registrar fotos de la práctica oriental. Descubrió la existencia de un monasterio en Obama, una antigua ciudad nipona y decidió ingresar a un claustro voluntario de dos semanas que se alargó a a diez años


Jikusan, dejo crecer su antigua calva y pese a que actualmente no anda por las calles con atuendos orientales, practica sagradamente la meditación muchas horas del día.

Digna para escribir un libro de gruesas páginas es la historia de Patricio Goycoolea, un santiaguino de 57 años que hoy es llamado por su nombre japonés "Jikusan", que significa "La compasión del cielo" y que empezó a utilizar desde que vivió un claustro voluntario de diez años en el monasterio Bukkookuji, en la ciudad de Obama. Y es que las vueltas de la vertiginosa vida de quien fuera un ex ejecutivo de una compañía capitalina y un ex fotógrafo internacional que recorrió gran parte del mundo, no dejan de sorprender.

Invitado por el Centro de Sanación "El Sol", que dirige la sicóloga ariqueña, Carola González, el monje zen (meditación, en español) visita por estos días nuestra ciudad por tercera vez, para compartir las técnicas y estilo de vida espiritual que aprendió en el Oriente con grupos de yoga, pacientes de diálisis y comunidades terapéuticas en la cárcel de Acha.

"Surgió la necesidad de compartir especialmente en Chile lo que me había hecho tan bien y que me había cambiado la vida radicalmente". Así explica Jikusan cómo decidió volver a nuestro país para fundar un centro de meditación permanente en el valle del Elqui, donde los horarios son muy parecidos a los que se estila en Japón.

"Nos levantamos a las cinco de la madrugada. A las 5.30 comienza la meditación, que dura 40 minutos. A las 6.10 hacemos un ejercicio japonés para flexibilizar y fortalecer el cuerpo. Luego de 6.30 a 7.10 meditamos nuevamente y a las 7.10 cantamos los sutras de la mañana, cantos tradicionales, donde hay que compenetrarse con los sonidos, no intelectualizarlos. Además, son idiomas muy antiguos que ni siquiera los japoneses contemporáneos entienden", expresó al resumir una jornada normal en el Zendo (lugar de meditación) "Los Molles", de Elqui.

VIDAS

Patricio Goycoolea se tituló de ingeniero comercial en Santiago y desde muy joven se desempeño como ejecutivo en una empresa. Alrededor de los 26 años retomó su afición de siempre, la fotografía, y luego de algún tiempo empezó a vivir en otros países donde había más campo para el arte de las imagenes.

"Estudié primero Ingeniería Comercial y ejercí como ejecutivo de empresas, pero ese no era mi camino. No sé porque estudie esa carrera, pero en todo caso así fue. Tenía ingresos, cambiaba el auto, viajaba en primera clase. Luego me desempeñé como fotógrafo durante muchos años y trabajaba para distintos medios. Me especialicé en fotografías de viajes, así que viajé mucho por Africa, por Europa y el Oriente; siempre buscaba nuevos temas para tener que ir a lugares que no conocía. Sobre todo, trabajaba para un agente en Londres que colocaba el material en diversas publicaciones", acotó.

Las primeras prácticas de meditación Zen las desarrolló en Katmandú, Nepal. En ese lugar, tomaba clases de Hatayoga (ejercicios de yoga en la tradición india).

"Cerca de las clases de yoga había un maestro zen que daba charlas. A mí me sonaba la palabra zen, pero no sabía lo que era. Me había tomado seis meses, pero aún seguía trabajando en la fotografía".

En ese tiempo, Jikusan buscaba la paz, el destierro de las ansiedades. Cuatro años antes de relacionarse con el yoga y la meditación zen, había sufrido la ruptura sentimental con su esposa inglesa, quien se marchó junto a sus dos hijos.

"Yo había leído en textos orientales que existían técnicas que si uno las practicaba podía transcender el sufrimiento y eso me empezó a fascinar. Si bien mi vida era exitosa en muchos aspectos siempre me envolvía una faceta de ansiedad, de angustia y profunda insatisfacción en lo que hacía; quería encontrar un sentido más profundo a la existencia y era eso lo me hacia volver al Oriente", comentó.

Luego empezó a enseñar el hatayoga en Inglaterra, donde vivió a mediados de la década del ochenta. Regresó a Chile y le encargaron un reportaje gráfico en la India, a orillas del Ganges, fiesta espiritual que cada 12 años reúne a maestros, gurús y santones.

Una vez en la India le piden que se traslade a Japón. "Resultó la alternativa de ir a Japón para hacer una nota sobre el Zen. Empecé averiguar que si bien este país es la cuna de la meditación, ya no existía, había prácticas vacías, sin ningún contenido real en ellas. No me interesaba mucho ir", enfatizó.

MONASTERIO

No fue fácil conseguir información sobre dónde ir, hasta que después de mucho indagar en Japón averiguó sobre el monasterio Bukkokuji, lugar donde vivió en claustro desde 1989 y donde fue ordenado monje en 1992.

"Después de la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, tras el apogeo económico de Japón, toda la gente se volcó a un camino de satisfacción materialista, el opuesto de sentarse sin nada con la cabeza afeitada contra la pared a buscarse a si mismo", expresó.

"Pensaba en hacer un reportaje fotográfico de dos semanas y luego seguir de viaje. Conocí al maestro Hara Tangen Daisetsu Roshi, y fue como si desapareciera el mundo lleno de atracciones, países para ir siguiendo, reportaje tras reportaje, por cerca de 20 años. Pasaron semanas, meses y no me podía ir, estaba muy bien. Un lugar silencioso, cerca de una montaña, bosques nativos y agua de vertiente, y en invierno hacia mucho frío, caía nieve", mencionó.

Explicó que pese a no conocer mucho el idioma japonés, no tuvo problemas, porque la meditación se transmitía más por la presencia del maestro, que a través de indicaciones verbales.

"No fue duro el golpe por el cambio de vida, al contrario, fue como un guante a la mano, que me calzó perfecto. Cuando uno no necesita cosas, lo tiene todo. Las dos semanas se hicieron diez años corridos, porque no había vacaciones ni descanso", comentó.

El otrora reconocido fotógrafo internacional comenzó a vivir la vida de un monje zen. "Salíamos a mendigar con ropa medieval y sandalias de paja. Nos daban dinero o arroz. Era una práctica para ejercitar la humildad", relató.

MEDITACIÓN

-¿El zen es una técnica meditativa o una religión?

-Es una actitud de vida, sin perjuicio de las diferentes creencias de las personas. Por ejemplo, en el monasterio iban curas y monjas católicos y permanecían por meses, y encontraban que su practica religiosa se enriquecía mucho más.

-¿Es una meditación transcendental?

-Es una meditación que transciende la mente y el cuerpo. La separación se va disolviendo, y uno advierte que la verdadera identidad, el ser genuino de cada cual, influye en todas las cosas, que no hay separación, entre uno y los demás, sino que es todo solo un cuerpo de vida.

-¿Qué pasa con su familia, sus amigos, que lo conocieron como ingeniero comercial, fotógrafo internacional, cuando ven que ya no es Patricio, que es Jikusan, y que optó por otro camino en la vida?

-La verdad es que no me vienen a ver mucho... (ríe fuerte), como que les da miedo, terror, el dejar de necesitar todas las cosas que necesitan actualmente. Ahora todos están muy exitosos, casas por todas partes, autos nuevos a cada rato. Les da terror entenderme, sobre todo a las esposas de los amigos, que no los dejan ni acercarse. La raíz noble de esta práctica es que la vida es sufrimiento debido al apego y si se eliminan los apegos, se elimina el sufrimiento. El desapego no significa regalar todas las cosas y tirarlas por la ventana. El desapego no es desarraigo.

-¿Cuál es la importancia práctica del zen en la actualidad?

-La importancia es tomar conciencia de que los seres humanos no son seres individuales aislados, sino que cada uno es todo y esta consciencia en la actualidad en el mudo es muy necesaria, desde el punto de vista ecológico, para eliminar el sufrimiento, las hambrunas, la falta de comunicación y el individualismo de las personas. Hay una interrelación tan profunda entre las personas, que nadie puede decir hasta aquí llego y el resto que se "embrome" (ríe)

En agosto del 2001, junto a la ayuda de un grupo de colaboradores fundó el Zendo "Los Molles" en el Elqui. Realiza talleres de zen para los internos de las cárceles, personal de Gendarmería, grupos de centros de yoga y sanación.

Comentó que al valle del Elqui, y precisamente al Zendo, llega gente de todas partes de Europa y nuestro país a meditar. Actualmente, Ana María Artacho, Myotei, quien fue ordenada monja zen por jikusan, es la única persona que vive permanentemente en el centro.

Fuente: Estrella de Arica.cl

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