"En donde no esté el Buda pasa rápidamente y sigue sin detenerte;
pero en donde él se encuentre, pasa aún más rápido..."

jueves, 23 de abril de 2015

Iniciación y transmisión en el budismo. Mauricio Yūshin Marassi

(Fragmento)
Para entrar en el meollo del tema de hoy se necesita una breve introducción que aclare algunos puntos que, por diversas razones, tienen sus raíces en la cultura occidental. La primera es que el budismo no existe, ni en cuanto religión univoca, tipificada y simbólicamente determinada, ni en cuanto esencia religiosa expresable en el mundo de la comunicación, hecho de palabras escritas o habladas.

Veamos rápidamente estas dos afirmaciones aparentemente paradójicas:

1) El budismo no existe en cuanto religión unívoca, con formas culturales definidas, porque su característica es inculturarse profundamente en las transiciones históricas de un pueblo a otro.

Hablando en términos muy generales -para hacer un paralelo- durante los siglos pasados el cristianismo ha colaborado casi siempre en tierras de misiones con otras fuerzas culturales, comerciales o militares, para formar una cultura occidentalizante primero y después, en esta nueva cultura, superpuesta a la antigua que a menudo corría el riesgo de desaparecer, sus misioneros han inseminado el evangelio de Jesús de Nazaret.

De modo aún más acentuado en la religión islámica existe una relación de exclusividad, o de fuerte predilección, en relación con la cultura árabe, hasta el punto de que es difícil para alguien perteneciente al islam imaginar un islam europeo o americano en que se prescinda de su cultura de origen.

El budismo está hecho al contrario de otra pasta, penetra profundamente en la cultura, trasformándola desde dentro y viviendo después en esa nueva forma. Esto significa que hay un budismo pero que nos encontramos siempre en presencia de “budismos”, cada uno de los cuales es legítimo y auténtico; pero lo es en su tierra, en su tiempo y en su ámbito cultural.

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