
Bajo las dinastías Song (finales del siglo X – finales del siglo XIII), el zen chino se encuentra en su apogeo. Vastos complejos monásticos reunían a veces hasta muchas centenas de monjes. Su cotidianidad se encontraba regida por numerosos protocolos, reglamentos, liturgias, rituales complejos, todo tipo de “práctica meritorias”. Sin embargo la base de la experiencia del zen no está todavía dicha en la recapitulación de estas prácticas monacales y comunitarias.
Dôgen cita repetidas veces una importante afirmación de Rujing, su maestro chino, escuchada según dice sobre el monte Tientong en China Oriental. Ella alcanza el centro de esta experiencia.
Dice Rujing:
“Aquí no hay necesidad de quemar incienso, de prosternarse, de conmemorar en pensamiento al Despertado (el nembutsu, la oración la oración interior del nombre de Buda), de arrepentirse o de recitar los sûtra, basta sentarse (en japonés shikantaza – shikan es un adverbio, “solamente, simplemente”, ta un prefijo verbal intensificador, y za “sentarse”), esforzarse en la vía (bendô), practicar la meditación (kufû) con el cuerpo y el espíritu despojados (shinjin datsuraku).”
Para seguir leyendo en Huellas del Zen (Roberto Poveda)
Dôgen cita repetidas veces una importante afirmación de Rujing, su maestro chino, escuchada según dice sobre el monte Tientong en China Oriental. Ella alcanza el centro de esta experiencia.
Dice Rujing:
“Aquí no hay necesidad de quemar incienso, de prosternarse, de conmemorar en pensamiento al Despertado (el nembutsu, la oración la oración interior del nombre de Buda), de arrepentirse o de recitar los sûtra, basta sentarse (en japonés shikantaza – shikan es un adverbio, “solamente, simplemente”, ta un prefijo verbal intensificador, y za “sentarse”), esforzarse en la vía (bendô), practicar la meditación (kufû) con el cuerpo y el espíritu despojados (shinjin datsuraku).”
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